Bestias/humanos

Hasta hace pocos años algunos vecinos seguían teniendo bestias en estas majadas y cuadras. La proximidad de éstas a sus casas permitía llevar y traer a los animales. Los pasos que salen hacia la sierra se les llamaba caminos de carne, por allí se transitaba con las bestias, aún hoy sirven a un grupo de cabras y algunos burros y mulas que todavía quedan. En tiempo de la matanza se hacía bajar al guarro desde la majada -junto a la mezquita- por la calle hasta la casa familiar, y allí en algún patio, o a veces en al calle, se sacaban los útiles y toda la familia se ponía manos a la obra. La sangre corría por la pendiente y los críos se ponían delantales y con unas vasijas de corcho recogían las vísceras.

Los pobres engordaban a los guarros por necesidad, los más pudientes lo siguieron haciendo por tradición. Los terratenientes mandaban hacer también la matanza, así pagaban en especies a sus jornaleros.

La calle por la que bajaban los animales al pueblo atraviesa la plaza del ayuntamiento, y a medio camino -en el recodo- vive Miguel. La fachada de su casa se presenta como anuncio de una idea. El muro encalado se asienta sobre un afloramiento de rocas que sobrepasa el nivel de la calle. Este desnivel rocoso invade también el suelo de la planta baja de su casa. Las calles han tratado de someter estas erupciones, pero hay recodos donde este relieve atraviesa la capa de lo visible e irrumpe en la superficie con fuerza.

Miguel se levanta antes que el sol, las mañanas las pasa en una tierra ladera abajo donde tiene una cabaña de piedra, un caballo enorme, unos guarros y una huerta asilvestrada. A estos refugios por aquí los llaman montes, como si esta pequeña construcción acumulara en sí la fuerza que de otra forma se desparramaría por la ladera. Después a mediodía deshace el trayecto que le separa una hora de su casa, sube con leña y algo de la huerta para comer. Nada más comer sube ladera arriba a otro hermoso terreno de alcornocal, desde ahí arriba se ve el pueblo. Desde todos estos terrenos se abre el paisaje al horizonte lejano, cuenta así Miguel como para él es igual de importante la calidad de la tierra que el horizonte que es posible contemplar desde ella.  Fue comprando las terrazas que lo forman poco a poco, escalando así por tramos ladera arriba, en cada nivel fue haciendo más refugios, los montes. No ahorró nunca dinero, no le sirve para nada. De vez en cuando recuerda que a él no le hace falta nada, así que no guarda dinero. Por estos montes de arriba tiene un grupo de cabras. Una de ellas ha sido alcanzada en una pata por la flecha de un furtivo,  va a cuidarla todas las tardes, es la más bella de sus cabras. La de los cuernos ondulados como columnas salomónicas. Le da comida y le vaporiza un desinfectante azulado que contrasta con su pelo cobrizo.

La casa  donde vive fue levantándola poco a poco. Un hermoso suelo hidráulico, tres pequeñísimas estancias, una enorme chimenea. Una parte del doblao la tiene a modo de secadero, allí almacena y seca las semillas, y guarda colgados los mejores aparejos de tela de su padre. Dicen que Miguel es el último talabartero de por aquí. Siguió el quehacer familiar, trabajó con sus burros y sus mulas allí donde se necesitaba arar o cargar con materiales. Siguió también el arte de los aparejos. Utensilios que median entre el humano y las bestias, entre las bestias y la tierra. Hace algunos años que comenzó a pintar. Muchas veces copia algún cuadro y utiliza el óleo. Cuando no copia prefiere un cuaderno, un lápiz, y dibuja antes de acostarse, con la televisión puesta. Dibuja las cosas que mejor conoce. Las láminas son una suerte de bestiario. Pájaros en distintas actitudes, burros en escorzo, cabras caminando, y zorros al acecho sorprendidos de vez en cuando por algún humano. Cada lámina es el alzado de una situación que se desarrolla en el tiempo.  Miguel habla siempre con voz pausada, parecido a un murmullo, sus manos le acompañan cuando habla y acaban sus frases acercándose a su rostro con un adorno, un suave giro de muñeca que termina por desenvolver hacia afuera una parte del sentido. A Miguel se le conoce como El Pajarito.

 

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About Susana Velasco

Susana Velasco se forma en el ámbito de la arquitectura, viene trabajando sobre formas de vida-arquitectura-emancipación-espacios-mundo. Uno de estos trabajos colaborativos es la construcción de la Cámara Solar del pueblo de Herreruela. Forma parte de Ludotek donde durante los últimos años han tratado de encontrar la potencia en el vínculo de infancia, arte y política. Junto a Rafael Sánchez-Mateos también trabaja en el proyecto Cunctatio –retardo, periferia y resistencia- que hasta ahora ha tomado forma en la periferia de Madrid con Cunctatio del Sur. Estas experiencias le llevan ahora a recorrer el frente de trincheras de la Batalla de Madrid y a buscar formas de autoconstrucción y lucha que llevan consigo en algún caso una idea de separación y a su vez de encuentro con el mundo. Trata de encontrar un vínculo natural entre el trabajo de investigación y el de docencia en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.